En la mayoría de las ocasiones, cuando uno sobreactúa o simplemente hace las cosas de cara a la galería, más temprano que tarde, queda en evidencia. Y este es el caso que nos ocupa, la señora Delegada del Gobierno de la Junta de Andalucía en Huelva, Bella Verano, estuvo, como es normal, en la horrible tragedia ocurrida en el piso de estudiantes de Huelva.
Aparentemente afectada, daba muestras de una tristeza lógica, apesadumbrada, como lo estaba toda la provincia, y muchísima gente de nuestra comunidad autónoma.
Sin embargo, poco o nada le duró la amargura a la Delgada, pues en pleno luto por el fallecimiento de los tres jóvenes en el incendio, Bella Verano no dudó en presentarse en la elitista presentación de los caminos del Rocío que presentaba su jefe, Moreno Bonilla, en un sarao en Sevilla.
Un festín por todo lo alto, risas, colorido y alegría para celebrar que a José Manuel Soto y a Moreno Bonilla se les había ocurrido un “Destino Rocío como nunca antes se había visto”. La imagen es penosamente dantesca; Mientras tanto, Huelva seguía llorando a sus víctimas. Los onubenses, los de verdad, seguían destrozados por una tragedia maldita.
Y es que cuando uno no lo siente, no lo siente, y en paz. Pero si uno no lo siente, ¿de qué vale rasgarse las vestiduras en público, con lágrimas de manual y consternación de pacotilla? ¿para qué tanta pose y tanto teatro, para después irse de fiesta mientras su provincia se ahoga en el dolor?
El respeto a sus familiares, a un compañero de profesión incluso, el respeto a su pueblo, a su provincia, pisoteado y ninguneado, en post de asistir a una fiesta a la llamada de Moreno Bonilla.
Está claro que esto es lo que le importa su provincia, nada, cuando tocan las campanas en Sevilla. Y esto es exportable a todos los que acudieron a aquella fiesta, que fueron muchos.
Porque no fue solo la Delegada del Gobierno la que se olvidó del respeto a las víctimas y familiares, no; toda una delegación de onubenses asistieron al sarao. El presidente de la Federación Onubense de Empresarios, José Luis García Palacios, por ejemplo, y algunos más pseudo-notables onubenses; los cuales solo un día antes escribían en sus redes sobre el dolor, la injusticia y la angustia mortal de una desdicha como la que había sucedido.
Nunca vi llorar a un cocodrilo, la verdad, pero viendo la calidad de ciertas personas y personajes, me compadezco del pobre animal.